en  Título : | ¿Por qué republicanismo? | Tipo de documento: | documento electrónico | Autores: | Carole Pateman, Autor | Número de páginas: | Págs. 145 - 151 | Idioma : | Español (spa) | Clasificación: | Asalariado Ingreso mínimo de subsistencia República Trabajo
| Etiquetas: | capitalismo | Clasificación: | INC - Incidencia social, sensibilización Sensibilización, denuncia, transformación e incidencia social | Resumen: | Durante los últimos treinta años, el auge de la doctrina económica neoliberal ha conllevado la extensión, a lo largo y ancho del mundo, de los mercados de trabajo y de la institución del trabajo asalariado. En efecto, pese al hecho de que su estructura autoritaria lo convierte en algo antidemocrático, el trabajo asalariado ha sido presentado como condición necesaria de la democracia. De hecho, la presencia del trabajo asalariado ha sido vista como algo hasta trivial, pues se ha convenido que la propiedad privada constituye el sello distintivo del capitalismo y que, por consiguiente, el trabajo asalariado no es sino un rasgo natural del mundo. Así las cosas, las grandes corporaciones empresariales y el poder que éstas ostentan deben mantenerse a raya, pero lo cierto es que la prioridad dada a la cuestión de la propiedad desvía la atención que se debería prestar a la institución central de la organización capitalista: el trabajo asalariado y el supuesto, que éste lleva de la mano, según el cual los seres humanos pueden ser contratados por otros para que éstos los utilicen (Pateman, 1988; Pateman, 2002, pp. 20-53; Ellerman, 1992). Se podría argumentar que el pago regular de una renta básica constituye también una forma de propiedad –piénsese, por ejemplo, en parte de la idea de una democracia de propietarios propuesta por James Meade-. Sin embargo, concebir la renta básica como una forma de propiedad conduce a una visión equivocada de su potencial para el autogobierno individual y para la democracia, así como de sus implicaciones con respecto al capitalismo. La cuestión del alcance del comportamiento oportunístico que se podría derivar de la introducción de una renta básica remite a una pregunta empírica para la que, en este momento, no disponemos de una respuesta -conviene recordar, sin embargo, que una renta básica incondicional permite a los individuos, si así lo desean, aceptar puestos de trabajo con remuneraciones de baja cuantía sin por ello perder el subsidio-. Mi visión respecto a tales cuestiones es que, en un mundo opulento como el de hoy, la presencia de una cierta cantidad de haraganes es el precio que hemos de pagar para la promoción de una libertad individual verdaderamente democrática, del mismo modo que hoy toleramos y hasta aplaudimos la presencia de ricos y famosos entregados en cuerpo y alma a la holgazanería. La preocupación con respecto al trabajo asalariado es el signo de que a la renta básica se le está amputando el potencial democratizador que tiene por el hecho de desvincular la garantía de unos ingresos suficientes para la subsistencia, precisamente, de la institución del trabajo asalariado. No en vano se ha tendido a deslindar el debate sobre la renta básica de las cuestiones relativas al carácter antidemocrático del trabajo asalariado; del significado del término “trabajo”; de la interrelación entre matrimonio, empleo y ciudadanía; y de la importancia del trabajo asalariado para la creación y el mantenimiento de las estructuras de poder sexuales y raciales, que constituyen formas de subordinación que, con demasiada frecuencia, no están presentes en los debates acerca de la renta básica mantenidos por los profesionales de la teoría política |
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